viernes, febrero 28, 2014

MÁS SOBRE EL EMINENTE ARTISTA SIRIO

De nuevo vuelvo sobre el tema de mi admirado Sirio. Como sabemos por la astronomía, Sirio es el nombre de la estrella más rutilante de la constelación del Can Mayor. Y en el arte de la caricatura, el nombre de Sirio es para mí esa estrella rutilante. Por si alguien no lo sabe, se llama catasterización a la acción de colocar en el firmamento de la fama a una persona, o a un animal, o incluso a una cosa inanimada. En el zodíaco, especialmente, encontramos animales, y personas catasterizadas (Leo, Libra, Tauro...) Y las dos osas, Mayor y Menor, y los dos canes, lo mismo, etc. En el cielo del Arte, Sirio el caricaturista brilla con luz propia. Vuelvo sobre su radiante figura en estas páginas porque he acertado a encontrar por Internet el artículo de la revista Estampa en la que venía su foto junto con unas palabras de despedida en las que daba a entender que se iba de España a buscar otros horizontes, tal vez a Nueva York, en alguna legación diplomática de su querida Cuba natal. ¿Se llegó a realizar este viaje? No lo sé a ciencia cierta. Pudo ser también una forma de despedirse como colaborador de la revista Estampa, por causas de fuerza mayor. Desde luego, sus trabajos siguieron apareciendo en otras publicaciones periódicas de la época, como el diario ABC y el semanario Blanco y Negro. La foto que he reproducido aquí es de la revista Estampa, de fecha 17 de enero de 1928. El artista anuncia su despedida: “Me voy, pero no se hagan ilusiones, que volveré y van ustedes a tener Sirio para rato”.


Personalmente, pienso que no llegó a irse. Ojalá se hubiera ido, pues se avecinaban tiempos “terribles e infaustos” para España. No sabemos (no lo sé yo, al menos) qué ocurrió con el artista y con su refugio preferido como era el Café Castilla, al advenimiento del fatal Alzamiento Nacional. Parece ser que el citado café, sede predilecta de artistas e intelectuales, fue uno de los objetivos preferidos de los partidarios del “¡muera la inteligencia!”. El citado café y sus habituales contertulios parece que fueron víctimas del odio selectivo de los partidarios del régimen que llevó la desolación a España. ¿Qué fue del infortunado artista Sirio? No lo sabemos (no lo sé yo, al menos, a ciencia cierta) pero esa su enfermedad y su prematura muerte en plena guerra civil se debieron a las penalidades sufridas con ocasión de dicha guerra. Algo de todo ello intuimos en estas palabras de José Juan Cadenas (ABC, 10 de julio de 1947) en el periódico que tanto se había prestigiado con la firma del artista: ...”Y los hombres de aquellos días, terribles y crueles, le dejaron morir de hambre y de asco, como un pájaro asfixiado. Una tarde, poseído de una náusea que le obligaba a asomarse aterrado a aquellos dos inmensos redondeles de sus gafas, decidió poner fin a aquellas visiones dantescas, se acostó, cerró los ojos... y se murió...Así... Con esa facilidad”.
(El artículo de ABC está ilustrado con una caricatura del autor, realizada por Sirio)

Así que mi admirado caricaturista siguió la misma suerte que mis otros admirados artistas y poetas contemporáneos suyos: García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández...Malditos salvapatrias que dejaron a España en cruz y en cuadro, quitándole a sus mejores hombres.

lunes, febrero 24, 2014

SIRIO VISTO POR SIRIO



Esta es una de las autocaricaturas de Sirio. No he podido incluirla en la entrada anterior, porque los "que manejan mi barca" (la barca de mi propio blog) me imponen desde fuera sus normas. Una de ellas parece ser que no se pueda incluir más de una imagen por entrada. Si alguien sabe cómo resolver este problema técnico que me lo diga. Le quedaré eternamente agradecido (es un decir)

Obsérvese lo chulo que está el caricaturista con su gorra a tono con el cuello de pajarita. En la autocaricatura de Estampa aparecía sin gorra.

SIRIO (1901-1937) ¿UN GENIO MALOGRADO?

He aquí algo de lo que he averiguado sobre Sirio. Primero, que su nombre completo era Sirio Abel García Hernández. Era cubano de nacimiento y llegó a España muy joven. Concretamente, en 1917. Pronto, yo diría que precozmente, comenzó a colaborar en revistas y diarios como un hábil caricaturista. Sobre todo lo fichó muy joven la editorial Prensa Española y comenzó a colaborar como caricaturista en ABC y Blanco y Negro. Más tarde colaboraría en la revista Estampa. La pila de números de esta revista que mi padre guardaba en su casa de Los Silos, en Aceuchal, casa donde tenía un pequeño huerto, con un pozo y unos árboles frutales, fue saqueada por los que se creyeron en el derecho de quitarle (además de la vida) sus modestas pertenencias: una bicicleta, que utilizaba para ir al trabajo a pueblos cercanos, y algunas cosas más, entre ellas la colección de varios años de suscripción a la citada revista.

En esa revista (que yo pude consultar en la Biblioteca Nacional) leí un artículo sobre Sirio, ilustrado con una autocaricatura. Sirio era entrevistado por algún colaborador del semanario y era optimista sobre su porvenir: "tenéis Sirio para rato", afirmaba ufano. Se equivocó. Murió en el año 1937, en plena guerra civil, de una pleuresía que degeneró en tuberculosis. ¿Un artista malogrado? No. No son artistas malogrados quienes, como él, dejan huella imperecedera de su genio. Tampoco fue malogrado Miguel Hernández, muerto con 31 años. Y tantos otros que murieron en plena juventud, cuando su ingenio podía haber dado muchos más frutos. Pero, como dijo el griego Menandro, "muere joven aquél a quien los dioses aman". La cita es de Leopardi, en el encabezamiento de uno de sus poemas (Canti, Amore e morte) 

Quiero incorporar una autocaricatura de Sirio, pero la mejor prueba de su poderosa capacidad de síntesis para captar una fisonomía la tenemos en ejemplos como el retrato de la divina Greta Garbo, una de las actrices más célebres de la época. La reproduzco aquí copiada por mí, a ojo, de un número de ABC antiguo.
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NOTA: Clicar en la imagen para verla ampliada

domingo, febrero 23, 2014

ORTEGA VISTO POR SIRIO


En mi entrada anterior quise incorporar la imagen de Ortega y Gasset según el genial caricaturista de ABC y BLANCO Y NEGRO que firmaba sus trabajos como Sirio. No me lo permitieron las normas que, desde fuera, alguien nos impone. Antes me era posible añadir más de una imagen por entrada y creo que en este blog hay ejemplos de ello. Pero ahora, por más que lo intento, no lo consigo. Ahí va, pues, en entrada aparte, la imagen de don José Ortega y Gasset, el otro filósofo español parangonable con Unamuno. Otro día hablaré en este blog del caricaturista Sirio, uno de los más geniales sintetizadores de fisonomías que se conocen en la España de los años 20 y 30. Creo que era de origen hispanoamericano, concretamente, argentino. Ya buscaré información en los lugares pertinentes.

MEMORIA DE UNAMUNO

A mi ex-colega del I.E.S. "Suárez de Figueroa", Mercedes Santos Unamuno, biznieta del ilustre autor de la Vida de Don Quijote y Sancho

 Soy lector veterano del admirado autor de la Vida de Don Quijote y Sancho, aun mucho antes de conocer el valeroso enfrentamiento de don Miguel con el impresentable Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, un 12 de octubre de 1936. En aquella ocasión, el escritor y filósofo vasco demostró su valor personal, su honradez y coherencia con sus propias ideas, su quijotismo doctrinal, ya puesto de manifiesto en obras como la que se menciona el inicio de estas líneas. Fue aquel un memorable discurso cargado de razón y de razones: la fuerza de la razón frente a la razón de la fuerza. La fuerza contundente de la verdad se manifestó en aquel su breve discurso, rematado con el rotundo epifonema* venceréis pero no convenceréis.
Don Miguel fue consecuente con sus propias ideas y expresó en la obra más arriba mencionada el propósito idealista de “rescatar la tumba de don Quijote”. Claro que este propósito conllevaba el riesgo de afrontar numerosos peligros. Especialmente en la praxis, en la forma cómo habría de realizarse la empresa de rescatar esa tumba de don Quijote. ¿Cómo habría de llevarse a cabo esa arriesgada empresa? Respondía don Miguel:
“¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara ¡mentira!, y ¡adelante! Tropezáis con uno que roba?, gritarle ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos! y ¡adelante! ¡Adelante siempre!”.

Claro que ese quijotismo a ultranza comporta riesgos innumerables. Y uno de los que encontró desmesurados esos riesgos del bueno de don Quijote y del bueno de don Miguel de Unamuno, fue otro filósofo, más comedido y menos “donquijotesco”. Este hombre se llamaba José Ortega y Gasset. Más "raciovitalista" y menos apasionado que don Miguel, Ortega disentía de seguir esos arriesgados procedimientos de quien él llamaba “el máximo morabito del energumenismo español”. Porque el “donquijotesco don Miguel de Unamuno” (como lo llamó Antonio Machado) recomendaba unas normas de conducta rayanas en lo temerario.

(caricatura de Unamuno por Sirio)
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* La corrección ortográfica automática me avisa de que "epifonema" es femenino en castellano. A mí me suena mejor el "epifonema" que la "epifonema"



ACEUCHAL AÑOS CUARENTA

Esta entrada remite, ante todo, a otra anterior, de fecha 11-03-2007 cuyo enlace debe ser:
En la primera mitad de esos años yo no era aún  teenager*. Iba a la escuela del Pozo de Arriba. Mi casa de la calle Santa Marta (hoy la habita Purichi, mi antigua vecina, después de haberla reformado) tenía a las traseras el llamado Lejío (el egido, dicho por lo fino) Allí solíamos ir a jugar los niños, mientras que la calle propiamente dicha la dejábamos a las niñas. Algunas veces nos quedábamos a verlas jugar a ellas: nuestras vecinas, o vecinitas. Entre ellas, las hijas de Felisa Parra: Juana, Micaela, Francisca. Josefa era ya adolescente y no participaba en los juegos de las niñas: la comba y el corro. El folklore de las letras del corro era abundante. Ya traje a colación algunas muestras en la anterior entrada de la que he hecho mención. Ahora me voy a referir a una de las canciones de aquel corro de muchachas que hoy son, por lo menos, abuelas, si es que aún existen. Las letras de las canciones del corro eran variadas, abundantes. Se podría intentar una clasificación de las mismas, según el asunto. Unas eran de tipo “narrativo” (por ejemplo, “A un capitán sevillano siete hijos le dio Dios / y tuvo la mala suerte que ninguno fue varón”) Pues claro, es que se trataba de siete hijas, no siete hijos. Y seguía la narración contando cómo un día “a la más pequeña le vino una inclinación: Madre, me voy a la guerra vestidita de varón”. Otras letras eran de contenido francamente humorístico, adobadas con la llamada “sal gorda” del humor escatológico. Ahí les dejo un ejemplo: "Tío Manué, qué gordo está usté,/ - Pues sí, sí, hija mía, / yo como muy bien,/ me voy al casino, /me ‘jarto’ de vino, / me voy a mi casa,/ me ‘jarto’ de pasas,/ me siento a leé: / me pego tres ‘peos’ para mi mujé,/ el más chiquitito, / el más grandecito, / el más grandullón,/ que llega a la punta de Salvaleón"...

Y los chavales nos reíamos de la gracieta de las niñas. Nuestras futuras compañeras, quién sabe. Así Antonio “el de Señá Antoñita” vendría a maridar a Juana la de Felisa Parra, uno de mis amores primerizos.

Lo que pasa es que poco tiempo después, ya al comienzo de mi etapa de teenager, yo renuncié al mundo, “a sus pompas y a sus obras”, para ingresar en el Seminario de San Atón, en la Cañada de Sancha Brava. Atrás quedaban las canciones del corro de las niñas piporras, en el archivo de mi memoria.
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* teenager es una persona que está entre los 13 y los 19 años (números que en inglés terminan en -teen)

jueves, febrero 13, 2014

EL TIEMPO DE SOBRA Y EL TIEMPO QUE FALTA

                                                    
Hace años, no puedo determinar cuántos, se celebraron unas Jornadas de Latín en Badajoz y en ellas intervino el profesor Enrique Otón Sobrino, catedrático de la Complutense. Su intervención versó sobre el poeta Lucrecio. El profesor Otón es hombre de gran facilidad de palabra y, a lo que pude colegir en aquella prédica suya sobre el poeta romano, había conectado con el pensamiento lucreciano, pesimista, según puede deducirse de ciertos pasajes de su obra principal, Sobre la naturaleza de las cosas (De rerum natura)

La charla de Otón parecía transmitir un regusto amargo de la vida, el de aquellos versos que ya trajo a colación el culto Don Juan Valera, en su celebrado prólogo a  Azul..., de Rubén Darío:

                                     ...medio de fonte leporum
surgit amari aliquid quod in ipsis floribus angat                                                                                     (R.N. 4.1133-4)

(...en medio de la fuente de los placeres / aparece un no sé qué de amargura que hasta en las flores mismas nos angustia...)

Ese regusto sombrío de los versos lucrecianos era lo que nos transmitían las palabras de Otón. Recuerdo que una de sus reflexiones versaba sobre el particular sentido que, en su opinión, tenía cierta frase del poeta romano: quod aevi superest. No he podido localizar esta secuencia en el texto del poema. Y eso a pesar de que, con los medios de que hoy día disponemos, resulta posible localizar cualquier texto de cualquier autor clásico en cuestión de segundos.

Otón interpretaba esa presunta frase de Lucrecio como si el poeta quisiera llamar la atención sobre la existencia de “un tiempo de sobra”, que se da a ciertas alturas de la vida. Algo así como un tiempo “que estuviera demás”. A mi modo de ver, si no nos dejamos llevar por esa propensión al pesimismo, la expresión latina “quod aevi superest” lo mismo se puede entender como “el tiempo que queda”. El tiempo que nos queda por vivir puede ser, según nuestra actitud hacia la vida, corto o largo. Puede parecer una cosa o la otra, según se desee, o no se desee, vivir.

Cuando llegamos a cierta edad de la vida, ya comenzamos a pensar que “nos queda poco tiempo por vivir”. En este sentido comentaba irónicamente el obispo Don Antonio Montero: “Ya falta poco”. La frase es aplicable, de manera especial, a los eméritos como él y...como yo.

Lo importante es que ese tiempo que nos queda (o que nos sobra, según se quiera interpretar la frase lucreciana) lo vivamos con optimismo, con ganas de vivir, con deseos de hacer algo.

Entonces no veremos ese “quod aevi superest” (suponiendo que esto lo haya dicho Lucrecio en alguna parte)* como un “tiempo de sobra”, sino como el tramo, siempre apetecible, del tiempo que nos queda por vivir.
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* Nota: Sí: puede encontrarse en Lucrecio, R.N. 3.904-5: ... sic eris aevi / quod superest cunctis privatu' doloribus aegris.

martes, febrero 11, 2014

PORTADA DE MI PRÓXIMO LIBRO

Ofrezco hoy aquí en primicia al lector de este blog un adelanto de lo que será la portada del libro que espero publicar en breve. La realización de esta portada es obra de un joven diseñador que colabora con la empresa Rayego, de Zafra. La idea, no obstante, de la composición ha sido de mi propia cosecha. Puesto que el título del libro estaba ya decidido hace bastante tiempo (Artículos de Ayer y de Hoy) diré que con dicho título se trata de poner en conexión el pasado con el presente. Imaginad una balanza en la que se sopesen esos dos aspectos del tiempo. Al fin y al cabo, las palabras "pensar" y "pensamiento" proceden del verbo latino que significa "determinar el peso" de algo: "pensare". Puestos en cada uno de los platillos de la balanza el pasado y el presente, consideramos (pensamos) que aquél tiene más peso que éste. Mientras que aquél representa lo definitivo, lo inmodificable, éste continúa en el aire, ingrávido en relación con aquél. Y eso es lo que simboliza la posición de los respectivos platillos, el del ayer y el del hoy, el del pasado y el del presente. El pasado gravita sobre nuestro vivir, es el ancla que fijará definitivamente el barco viajero de nuestra existencia.

El presente, el "hoy", constituye lo efímero por antonomasia, lo pasajero. No hay mejor título para definir la esencia de lo pasajero que el adverbio HOY, el título adoptado precisamente por nuestro diario regional extremeño. La palabra de etimología griega "efímero" significa literalmente 'lo que dura un día'. Los periódicos o diarios tienen fijada su fecha de caducidad en la fecha que figura en sus cabeceras.

Una de las maneras de alargar esa fecha de caducidad consiste en reunirlos en un libro. Pero el procedimiento no garantiza de por sí la duración del artículo, si éste no contiene en sí mismo los valores que aseguren su permanencia. Si los 'artículos' a conservar contienen esos valores, se puede afirmar que su fecha de caducidad es indefinida.

Mi esperanza es que los trabajos reunidos en el libro cuya portada adelantamos aquí, tengan la consistencia suficiente para alcanzar su pervivencia en el futuro.
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NOTA:  Clicar sobre la portada del libro para verla en un tamaño mayor

sábado, febrero 08, 2014

LA FARSALIA DE LUCANO Y LA GUERRA CIVIL DEL 36

Lucano, el gran poeta cordobés sobrino de Séneca, escribió un poema que él tituló Bellum civile (Guerra civil) pero que, con el tiempo, vendría a ser más conocido con el nombre de Farsalia, en memoria de uno de los episodios de aquella guerra. Un latinista extremeño, por desgracia ya fallecido, mi gran amigo Antonio Holgado, ha sido uno de los grandes estudiosos de este poema del que publicó una de las mejores traducciones que existen en español. Por ella su autor mereció el Premio Nacional de Traducción que recibió en 1985, tres años antes de su muerte. La traducción fue publicada en la colección de Clásicos Gredos, en 1984.

Hoy traigo aquí a colación el poema de Lucano porque, en no pocos aspectos, a mi modo de ver no baladíes, tanto en el título como en el contenido, el poema lucáneo me parece una prefiguración de la gran “farsa” que fue nuestra guerra civil española. Por lo pronto, entre “farsa” y Farsalia existe ya una coincidencia de principio.

Se ha dicho de la Farsalia que es un poema “sin héroes” y “sin dioses”, a diferencia de otros poemas épicos de la literatura clásica, como por ejemplo la Ilíada, o la Eneida. No vemos en la Farsalia héroes como un Eneas, un Aquiles o un Héctor. Y es que no hay guerras civiles épicas. ¿Cómo pueden considerarse épicas, o heroicas, guerras civiles como la de César y Pompeyo, o la de Franco y sus secuaces contra la República, cuando en ellas se “otorgó legalidad al crimen? (Luc. B.C. 1.2)

Más relaciones entre la Farsalia y la farsa de la guerra civil del llamado Glorioso Alzamiento Nacional y hasta Cruzada. Comienza el poema de Lucano con el siguiente verso hexámetro y parte del segundo:

Bella per Emathios plus quam civilia campos
iusque datum sceleri canimus...

(guerras más que civiles cantamos, libradas en las llanuras de Emathia,
y el crimen investido de legalidad...) *

El primer verso se podría referir a España cambiando sólo la palabra Emathios por Hispanos, sin que el cambio afectara al hexámetro. El segundo verso le cuadra a la guerra civil española, en particular lo de “se otorgó legalidad al crimen”. En cuanto a la expresión “más que civiles”, cabría decir que resulta exacta en la medida en que intervinieron en ella las potencias extranjeras de Alemania e Italia; podríamos decir que de manera oficial (con participación de su máquina militar) En cambio, la intervención de las llamadas brigadas internacionales a favor de la República tuvo carácter voluntario.

Todo el aparato épico con el que se quiso exaltar la guerra civil española tiene hoy un aspecto de farsa. Uno de los exaltadores de la presunta epopeya fue José Mª Pemán en su Poema de la Bestia y el Ángel. La “bestia” estaba encarnada en el “rojo”, es decir, el sectario del comunismo. Y el “ángel” (¿cómo no?) en los sublevados que se habían alzado por la causa buena. La Farsalia española puede entenderse mejor trasponiendo las letras de esa palabra de manera que la “l” ocupe el lugar de la “r”, y viceversa: La Falsaria.

Pero sigamos con el paralelismo: como en el poema de Lucano, también aquí “la causa vencedora complació (o complugo) a los dioses” (victrix causa deis placuit), pero la causa vencida complació (o complugo) a Catón (es decir, a los que estaban de parte de la República). Catón era un republicano íntegro y un verdadero patriota.

Y, por último, también en la Farsalia auténtica hubo “novios de la muerte” (tipo Millán Astray) a los que sólo les faltaba gritar “¡Viva la muerte!”. El amor de Millán Astray por la muerte era émulo del amor del legionario Esceva, en el poema de Lucano, amor declarado por el mismo Esceva, con ocasión de morir matando a Aulo, del bando de Pompeyo. Las palabras del legionario fueron en aquella ocasión: “Vuestro amor a Pompeyo y a la causa del senado es menor que el mío a la muerte”*. Esceva es un legionario, un “novio de la muerte” en toda la plenitud de la expresión. El otro legionario, también “novio de la muerte”, es (¿cómo no?) del bando cesariano. Su nombre es Vulteyo. Para éste es preferible el suicidio a morir a manos del enemigo. En una enardecida arenga (B.C. IV, 519 y ss.) intenta persuadir a los suyos a que se den muerte a sí mismos, antes de caer en las manos del enemigo. He aquí las palabras de Vulteyo, según la traducción de Antonio Holgado: “He arrojado fuera mi vida, camaradas, y estoy, todo entero, empujado por los aguijones de la muerte inminente: es un delirio. Sólo a quienes ya roza la cercanía del destino les es dado conocer lo que los dioses ocultan a quienes han de vivir, para que puedan seguir viviendo: que morir es una felicidad”. Naturalmente, tanto Vulteyo como Astray eran en esto generosos: preferían hacer felices a los demás antes que a sí mismos. Sólo si la situación lo requería, o si no había más remedio, procuraban “amar a la muerte, antes que temerla”. La letra de una de las canciones patrióticas de aquellos tiempos decía, aludiendo a la patria:

Que por verte temida y honrada
contentos tus hijos irán a la muerte.

(Pese al contrasentido de que, una vez muertos, ya no podrían verla temida y honrada, ni de ninguna otra manera)
Claro que, referidos a la guerra civil, estos versos no tienen sentido: todos éramos hijos de la misma patria. Por eso las guerras civiles todas son luchas cainitas: fratricidas.
La causa vencedora se hizo con el monopolio del concepto de patria. Se expolió a los compatriotas no sólo de la patria, sino también de la vida.
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* Doy la traducción de Antonio Holgado