lunes, marzo 26, 2012

UNA DEMOCRACIA CONSTITUTIVAMENTE ENTECA

La española, sin ir más lejos. Es valetudinaria, constitutiva y constitucionalmente, desde su nacimiento. Nació condicionada por una larga dictadura que, según dicen ahora algunos, no fue totalitaria, sino sólo autoritaria. El trauma de la guerra civil la ha marcado desde su nacimiento. Entre las carencias que están a la raíz de su malformación nativa, de su tara fisiológica, está la que retrasa su normal desarrollo en el sentido de la justicia. Y es que la pretendida ‘transición’ de la dictadura a la democracia omitió un paso previo, exigido por el hecho mismo de tratar de ingresar en la democracia desde la dictadura. Al omitir ese paso previo, lo que ha ocurrido es que se ha dado un paso en falso. Nos hemos quedado a un paso de la democracia, pero con el franquismo enquistado en el sistema. El franquismo sigue ahí terne, operativo y operante, con representación en foros internacionales (como el Parlamento Europeo), o personándose como parte interesada en los tribunales (caso de Manos Limpias) ante las altas instancias jurídicas de la nación española. El franquismo sobrevive a Franco, es su heredero jurídicamente ‘supérstite’ (no quería utilizar este latinismo, pero veo, no sin grata sorpresa por mi parte, que el diccionario de la RAE lo incluye como término léxico, bien que restringido al campo del Derecho)

Y ¿cuál es ese ‘paso previo’ que, en nuestra opinión, debió dar la sociedad civil española para proceder ordenadamente de la dictadura a la democracia? Pues, ese paso fue, sencillamente, el entablar un proceso histórico al franquismo. Los ‘supérstites’, herederos naturales de la dictadura, constituidos en personas jurídicas, quisieron negociar democracia a cambio de impunidad. Esa sería, en último término, la “ley de punto final” de la dictadura. La Ley de Amnistía, que gestionaron los damnificados del franquismo para poder neutralizar los residuos de la dictadura y sacar de las cárceles a quienes aún seguían allí por causas políticas (ley que, por cierto, se abstuvieron de votar, según tengo entendido, los de AP en el Parlamento) ha sido invocada después por los mismos para negociar la democracia a cuenta de impunidad. Con lo cual a ellos la democracia les salía gratis. El resto de los españoles tenía que pagar el alto precio de no reclamar daños ni perjuicios (¡ni siquiera los de índole moral o psicológica!). Y más aún: la Ley de Amnistía, cuya aprobación hubo de proponerse al Parlamento para sacar de las cárceles a los presos políticos, se invoca ahora para ‘ilegitimar’ cualquier reivindicación política relacionada con la condena de los crímenes del franquismo, como hemos visto en el caso del juez Garzón.
En resumen, la democracia, según esta particular “ley del embudo” de la supervivencia del franquismo, vendría a reducirse al consabido “Borbón y cuenta nueva”. Aquí no ha pasado nada. Sin tener en cuenta, por lo demás, que el restablecimiento de la monarquía en la persona del rey Juan Carlos supuso una imposición del dictador, sin contar con la opinión del pueblo español acerca del asunto, como sería propio de la democracia. Sólo el sobresalto histórico del “tejerazo” facilitó la oportunidad de que el rey, poniéndose de parte del pueblo, se ganase la legitimidad de su nombramiento (‘a dedo’ y saltándose la sucesión dinástica, que correspondía a su progenitor) La manifestación ‘monstruo’ que tuvo lugar días después de aquel suceso equivalió a un plebiscito de refrendo popular que legitimaba a la monarquía.

La Transición constituye el estancamiento permanente en esta especie de sucedáneo de la democracia. El juez Garzón, que encausó a dictaduras foráneas como la chilena de Pinochet y la argentina de Videla, dio en hueso cuando trató de hacer otro tanto con la española de Franco. El juez que aceptó, a instancias de los damnificados de la Dictadura, incoar un proceso a fin de investigar los crímenes del franquismo, se encontró involucrado de pronto en un triple proceso: por escuchas ilegales (en el caso de los implicados de la Gürtel), por presunta prevaricación, al investigar unos crímenes que se da por supuesto que prescribieron con la mencionada Ley de Amnistía, y, por último, por el cobro de unos emolumentos que se suponen relacionados con el tráfico de influencias. Juzgado e inhabilitado el juez en el primero de estos procesos, ha sido absuelto en el segundo y en el tercero de los casos (en el último, por prescripción del ‘presunto’ delito)

Durante el juicio relacionado con los crímenes del franquismo se tomó declaración a algunos de los muchos damnificados, víctimas de las represiones que, sistemáticamente, llevaron a cabo los implicados en la rebelión militar. Con esas declaraciones se puso de manifiesto que el proceso contra el franquismo es no sólo viable, sino también una cuenta pendiente de nuestra democracia. En el curso del proceso, algunos abogados de la parte querellante, “Manos limpias”, pretendieron resaltar la improcedencia de las reclamaciones, intentando equiparar los fusilamientos de Franco y los fusilamientos de la Moncloa, en 1808, como si se tratara de hechos igualmente distantes y caducados. A lo que hubo de replicar algún miembro del TS que en el presente caso existían hijos y nietos de los damnificados, no así en el de las ejecuciones de las que Goya dejó constancia en su famoso cuadro.

En fin, el proceso al franquismo (aun en el caso de que todos los culpables directos estén ya muertos) es una necesidad de la democracia bien entendida. Si Garzón no ha podido hacerlo (porque el asunto no fuese de su competencia) que diga el TS a quién o quiénes corresponde la puesta en marcha de este proceso, como paso imprescindible para la efectiva transición de la dictadura (en fase de liquidación cuando se aprobó la Constitución de 1978) a la democracia real (en el sentido de 'verdadera') a la que aspirábamos los expoliados herederos de la República.

La democracia no lo será de verdad hasta que no haya logrado desmontar cualesquiera mitos referidos a una presunta legalidad del franquismo.

sábado, marzo 24, 2012

MI NAVE MINERVA

* Relieve que representa a la diosa Minerva o Atenea
(Traducción-paráfrasis de Ovid. Trist. 1.10)



Est mihi sitque, precor, flavae tutela Minervae...


Tengo yo un barco velero /(ojalá siempre lo tenga)/ que de Minerva, la blonda,/ está bajo la tutela; / pues de su yelmo, pintado / en el casco el nombre lleva. / Vuela a la más leve brisa, / si hace falta usar la vela; / y, si hay que usar de los remos, / a golpe de remo vuela. / Y no se contenta sólo / con vencer en la carrera / voladora a sus rivales: / les toma la delantera / a los que han salido antes, / por muy pronto que salieran. / Lo mismo bate las olas / que a la redonda se encrespan / que, invicto a su fiero embate, / va sin mojarse siquiera. / En las Cencras de Corinto / yo lo vi por vez primera: / desde entonces me acompaña / como fiel guía y colega / en esta azarosa huida / que a tierra extraña me lleva. / Y, entre tantos avatares / y procelosas galernas, / siempre estuvo protegido / por el numen de Atenea. / Ojalá también ahora / cruce seguro la puerta / del vasto Ponto y alcance / la buscada costa Gética. / Tan pronto como me trajo / de Helesponto a las riberas, / tras de larga singladura / por una incierta frontera, / desde la ciudad de Héctor[1]/ –torciendo el rumbo a la izquierda– / llegamos, Imbria, por fin, / al puerto que está en tu tierra. / De allí, con viento ligero, / alcanzada la ribera / de Zerynto en Samotracia, / el barco cansado llega. / Desde aquí el trayecto es corto / para el que va hacia Tempera: / hasta aquí siguió mi barco / a su dueño en la carrera. / Pues me plugo hacer a pie / el camino que atraviesa / el territorio Bistonio. / Él regresó a su faena. / cruzando el mar Helesponto / hasta que a Dardania llega / (que debe a su fundador / el claro nombre que ostenta) / y a ti, Lámpsaco, que Príapo, / el dios campestre tutela; / y al estrecho que cruzara / la mal raptada doncella[2], por las aguas que separan / las dos ciudades costeras: / Seston, la patria de Hero, / y la de Leandro, Abidena. / Y a Cýcico, que en la orilla / de Propóntide se asienta (Cýcico es obra notable / de la Hemonia descendencia) / Y a las costas de Bizancio / – fauces de la mar abiertas –, / este lugar que de dos / mares es inmensa puerta. / Que supere todo escollo / e, impulsado por las fuerzas / de los Austros, atraviese / las inestables Cyaneas[3] / y los golfos de Tiníaco; / y de aquí su rumbo tuerza / por la ciudad de Apolonia / hasta llegar a Anquialea, / la ciudad que, frente al mar, / sus altos muros eleva. / Y de aquí pase de largo / por los puertos de Mesembria / y Odesa, con los alcázares / que tu nombre, Baco, llevan. / Y a los que, siendo oriundos / de la ciudad Alcatea,[4] / prófugos de ella pusieron / sus Lares en esta tierra. / Y desde allí llegue indemne / hasta la ciudad Milesia, / a donde me deportó / la ira del divino César. / Si así ocurre, inmolaré / a Minerva una cordera / (a tono con mis recursos / no tengo mejor ofrenda). También vosotros, Tyndáridas,[5] / a los que esta isla venera, / a este doble itinerario / prestad debida asistencia: / al barco que se dispone / a pasar por las Simplégadas / y al que las Bistonias aguas / cruzar valiente se apresta. / Y aunque vayamos a sitios / en direcciones opuestas, / haced que tengamos, ambos, / vientos que nos favorezcan: / que los suyos sean propicios, / los nuestros propicios sean.


____
[1] Troya

[2] Europa

[3] Se creía que eran islas a la deriva

4] Mégara, fundada por Alcatoo, hijo de Pélope

[5] Cástor y Polux, catasterizados en la constelación de Géminis

jueves, marzo 22, 2012

PERITO EN LUNAS (La revalidación de un título)

* Portada 1ª edic. Perito en lunas y retrato de M. Hernández

Un ‘título’, si es académico, es un documento que se enmarca en un cuadro y que sirve para acreditar la aptitud de su poseedor para el desempeño de una determinada profesión u oficio. Yo, por ejemplo, estoy en posesión de dos títulos de esta clase, ambos referidos a la profesión pedagógica. Ambos me sirven (me han servido) como sendos documentos acreditativos de mi aptitud para la enseñanza, sea primaria o secundaria.Por otro lado están los títulos que exhiben los libros en sus portadas. Muchas veces, estos títulos corresponden al nombre del protagonista, héroe o heroína, que es el personaje principal del relato, bien se trate de obras del género narrativo o dramático: Don Quijote, Ana Karenina, Hamlet, Medea... o bien de otro género que admita este tipo de titulación.

Por último, existen los llamados ‘títulos nobiliarios’: duques, marqueses, condes... títulos que otorgaban los reyes para premiar algunos servicios extraordinarios de sus vasallos.

Estos preámbulos me sirven para abordar el asunto que me propongo tratar aquí. A saber, que el libro titulado Perito en lunas, de Miguel Hernández, además de un título en el sentido bibliográfico, lleva la segunda intención, por parte de su autor, de servir como documento acreditativo de la aptitud del interesado para el oficio de la poesía. El que carecía de títulos académicos reclamaba para sí, no sin cierto sentido del humor, una titulación menor como era la de ‘perito’, con respecto a otras titulaciones de mayor rango dentro del mismo género. Así el perito industrial es un título menor respecto al de ingeniero industrial. El de perito mercantil es de menor categoría que el de intendente mercantil, etc.

Creo que las intenciones del poeta iban por ahí, al escoger el título en cuestión para su libro. Él, que no estaba en posesión de ningún título académico, quería reivindicar para sí el de poeta, que venía a ser lo mismo que 'perito en lunas'. Sus pretensiones eran modestas, pero, en todo caso, inequívocamente reivindicativas de estar en posesión de las aptitudes requeridas para ejercer el oficio de poeta. El libro iba dirigido a la plana mayor de la poesía de la época, la llamada ‘generación del 27’, en la que había poetas catedráticos o, cuando menos, titulados universitarios. Así, por ejemplo, García Lorca. En comparación con este ‘ingeniero’ de la poesía, Miguel se consideraba, simplemente, ‘perito’. Lorca, el maestro de la metáfora, era el espejo en el que el principiante se miraba. El admirado maestro, sin embargo, llegó a sentir una invencible antipatía por el recién llegado a los cenáculos literarios de la capital. Tal vez porque Miguel se tomó alguna confianza que molestaba a Lorca, como puede ser, por ejemplo, el llamarle “calorré de nacimiento”, quizás por lo del Romancero gitano. El gitanismo de Lorca era simplemente literario, sin ninguna connotación de carácter racial. Este tipo de confianzas desagradaba, probablemente, a Lorca y de ahí que rehuyese la presencia del de Orihuela, como ya le hiciera saber al amigo común Aleixandre, quien había invitado a Lorca a cierta reunión en la que también estaba invitado Miguel Hernández. Lorca le hizo saber a Aleixandre: “Si va ese, no voy yo”.

Pese a desaires como éste, Hernández siempre admiró y estimó a Federico sin ninguna clase de resentimiento. El neófito sentía la necesidad de revalidar su condición de poeta ante la élite del 27. Quería demostrar su aptitud para el oficio, demostrar que, pese a su condición de autodidacta, dominaba la técnica; que en comparación con los ingenieros de la poesía del momento, él podía ser considerado como un modesto ‘perito en lunas’...,poeta en todo caso.
Pero, desde la plana mayor de la poesía, que era en aquel momento la generación del 27, se contestó con un espeso silencio a la publicación del libro primerizo de Hernández. El poeta desahogó su frustración en una carta a García Lorca, a la que éste contestó con una breve misiva de consolación.
El propósito del joven poeta era demostrar que dominaba la técnica literaria precisa para ser admitido y reconocido por los de su gremio, a la manera que en los antiguos gremios se procedía desde el grado de aprendiz al de maestro. A este grado se llegaba con la ejecución de lo que podía considerarse una obra maestra: una obra en la que se pusiera de manifiesto el dominio del oficio, la poesía en este caso. Pero los ‘maestros’ de la generación del 27 no lo vieron así.

En realidad, las piruetas poéticas del iniciado no fueron valoradas por la susodicha plana mayor. El empleo de los recursos literarios, el hipérbaton, la metáfora, los remedos de los ‘tics’ gongorinos, no cayeron bien a los ya consolidados como poetas. La crítica desfavorable de un indocumentado Marqueríe les debió de parecer totalmente apropiada a las circunstancias: “Se ha extraviado el poeta, se ha oscurecido”.

Pero el joven Miguel Hernández no iba tan desencaminado como algunos creían. Había elegido un Leitmotiv muy adecuado a la poesía, una fuente inagotable de metáforas: la luna. El propio García Lorca había señalado el camino de esas transformaciones poéticas que tienen como base la deidad lunar y sus múltiples equivalencias. Desde la “luna de pergamino” que es el pandero de la gitana Preciosa, en el Romancero gitano, a la “blanca tortuga” que va por el cielo, en el Libro de poemas; desde el “ajo de agónica plata”, que es la luna menguante, en el Romancero, al “calderón helado y soñoliento de la media luna” (‘calderón’ es aquí el término con el que Lorca pone de manifiesto su conocimiento del arte de la música. El calderón, en la escritura musical, indica una pausa, más o menos brusca, una interrupción momentánea del fluido sonoro. Su signo es un arco horizontal que tiene un punto en medio de la parte cóncava)

En el libro primerizo de Miguel Hernández asistimos a las múltiples transformaciones de la deidad lunar, tornadiza, pluriforme. Es una deidad proteica (cambia de forma en las llamadas ‘fases’) De la luna llena (o plenilunio) al cuarto menguante; de la luna nueva (o novilunio) al cuarto creciente. La luna tiene su peculiar aritmética de sumas y restas, lo que el poeta recoge en la octava XXXI (PLENILUNIO) Sus transformaciones metafóricas se delatan bajo diversos aspectos: es “luna menos cuarto”, en la cornamenta del toro (III); es taza de WC en la octava XXX (RETRETE), es “noria” en XXXII, es “huevo” y “dirigible” (o zeppelin) en la XXXIV. Y “luna elevada al cubo” cuando es “agua del pozo” (XVIII)

En fin, Perito en lunas no logró el efecto deseado por su autor: demostrar que dominaba el oficio. Sólo entendieron que estaban ante un poeta de cuerpo entero cuando Miguel publicó El rayo que no cesa. Fue este libro el que, por fin, le valdría al autor su acreditación definitiva como poeta
.

miércoles, marzo 21, 2012

RECUERDO DE FRANCISCO CAÑAMERO (“Nazario Ortiz”)

De Francisco Cañamero, Nazario Ortiz, me he ocupado en este mismo blog en la serie titulada ‘Poetas en San Atón (I). Lo conocí en el Seminario de Badajoz por la década de los 50 del pasado siglo y lo estimé y valoré como poeta. Dibujé su caricatura por aquellas fechas (aquí la reproduzco una vez más) y escribí un comentario de despedida, con ocasión de su muerte. Se publicó este comentario (“Ha muerto un poeta”) en Alminar, nº 21, pág. 21, año 81, mes 1. El poeta había muerto en diciembre del 80.

Hace unos días encontré entre mis papeles un poema mecanografiado que él me había regalado muchos años antes. Se titula “Salmo del corazón enfadado” y lo reproduzco también aquí junto con la caricatura.

De Cañamero, que yo sepa, sólo se ha publicado, hace unos años, una selección de poemas dedicados a la Navidad: El Dios gozado. Una pequeña parte de su obra. ¿Dónde está el resto? Porque él había colaborado en varias revistas poéticas: Estría, Jaire, Olalla... Había escrito letras para varias cantatas de Bach, himnos como el dedicado a Santa Catalina (patrona de los filósofos en el Seminario), etc. El obispo Montero recordaba unos versos (“¿De dónde viene esa voz / que en los cielos se obedece / y en tus brazos se adormece / como una espiga de arroz?”) ¿Dónde han ido a parar los versos de Cañamero?

Quien los tenga que los muestre. Seguro que vamos a oír en ellos una voz poética singular que debe salvarse para el recuerdo.

Yo voy a publicar aquí el único poema que tengo (no sé si el poeta lo publicaría en alguna parte) Con ello quiero mostrar el camino a todos aquellos amigos que conserven versos de Cañamero y, sobre todo, a quienes se hicieran cargo del legado poético, que seguramente dejó a alguien o a alguna institución, antes de morir.

SALMO DEL CORAZÓN ENFADADO

A menudo se enfada mi corazón igual
que un niño de dos años.
Sin saber lo que quiere, su redoma se nubla
de congoja y de frío.

Y es, Señor, que este viejo rompeolas
que salpican de inquietudes
los días que están naciendo en torno suyo
siente el peso de ser esquina de alas
que la muerte apedrea.

Siempre colgado y siempre en carne viva
suda este endeble acróbata
desde hace muchos años,
ganándole a mi vida los instantes que tiene
como el burro, que dando vueltas
en una noria
llena, sin darse cuenta, de plata la hortaliza.

Este es el corazón, la gruta sepultada
donde bajo a soñar,
donde me apoyo a ratos
para mirarte, para verte. Donde
amontono todo lo que tengo
guardado para ti.

A menudo se enfada, Señor,
porque es así. Bien le conoces tú.
Juega en tus manos
como una piedra de clavel y olvida
entre tus dedos
su propia pesadumbre.

Mi corazón agraz ¿Por qué se enfada
mi corazón? No sabe decir
por qué se pone triste, como un niño,
por qué, a veces, me asomo
y le encuentro nublado.

Es pequeño, Dios mío, mi corazón.
Este nido de sangre
que colgaste a la sombra de mi pulmón izquierdo.

____

El golpe de efecto estaba, sobre todo, en la metáfora del verso final (“la sombra de mi pulmón izquierdo”) La proximidad de la víscera cardíaca al pulmón izquierdo justifica la metáfora. Pero lo ‘asombroso’ de la metáfora es que Cañamero lograba, con esa expresión, sugerir el miedo a la tuberculosis, un síndrome propio de aquellos tiempos, y que un especialista sanitario había caracterizado como “tisifobia”. Algunos seminaristas (yo, por ejemplo) padecimos este síndrome, pues se dieron algunos casos de tuberculosis pulmonar en el Seminario. Recuerdo, concretamente, que a un condiscípulo mío, Bernardino Gordillo Sayago, de Los Santos de Maimona, en una revisión rutinaria de las que pasábamos de vez en cuando, le diagnosticaron una infiltración pulmonar. Iba delante de mí el día en que pasamos la exploración radiológica y oí que el médico le decía a la enfermera:

– Tuberculosis pulmonar.

Afortunadamente, la ‘sombra’ de la que hablaba Cañamero era sólo una imagen poética. Pero nos impactaba.

___
* Nota: En Aceuchal, hace muchos años, se organizó una Jornada sobre Tuberculosis. Creo que fue el maestro Pérez de Guzmán quien la organizó. En el estrado del Salón Moderno, intervinieron el Dr. Aixalá, D. Agustín Delgado, médico local, el maestro aludido y yo mismo. Por cierto, yo centré mi intervención en el tema de “El miedo a la tuberculosis”. En Aceuchal se entendía el verbo ‘enfermar’ de una manera muy particular que significaba “contraer la tuberculosis”. Si alguien nos decía "Fulanito ha enfermao", sabíamos que significaba 'ha contraído la tuberculosis'

domingo, marzo 18, 2012

POR EL LUGAR MEJOR DE TU PERSONA

Bueno, resulta que me he encontrado un par de fotos que me vienen al pelo para ilustrar una de las octavas de Miguel Hernández (concretamente, la número IV de Perito en lunas) La solución de éste y de los restantes acertijos que plantea el libro ya la dio el autor, en los títulos de cada una de las octavas.
El que corresponde a ésta es el de (TORERO) Las soluciones, entre paréntesis, las añadió el poeta, cuando un lector le confesó que no entendía los poemas.

La poesía criptojocosa, cabalística y lúdica a la vez, juega al acertijo y es un guiño a la inteligencia del lector de ese libro, con el que el poeta quiso hacer su entrada oficial, un poco histriónica, en el campo de la poesía. Poesía apta para ser explicada mediante imágenes.

Lo de 'una imagen vale más que mil palabras' se justifica como tópico en este caso y, en general, puede aplicarse con propiedad a toda esta etapa de la poesía hernandiana. El mismo poeta aplicó la regla y explicó en un par de ocasiones (si no más) su “Elegía media del toro”. Para ello se valió de unos cartelones que le habían dibujado unos amigos pintores. Yo mismo he aplicado el método de los medios audiovisuales, hoy al alcance de todos, y he explicado el mismo poema, valiéndome de las imágenes de los diversos lances de una corrida.

La octava a la que aquí me refiero, cuyo primer verso sirve de título a esta entrada, se ilustra muy a propósito con las fotos que digo. Vamos a recordar aquí la estrofa íntegramente:

Por el lugar mejor de tu persona,
donde capullo tórnase la seda,
fiel de tu peso alternativo queda
y de liras el alma te corona.
¡Ya te lunaste! Y, cuanto más se encona,
más y más te hace eje de la rueda
de arena que desprecia mientras junta
todo tu oro desde punta a punta.

El profesor Senabre, a propósito de un pequeño ensayo mío publicado en las Actas del V Congreso de Escritores Extremeños (e incluido posteriormente en mi libro De la Vida a la Teoría) me comentaba: “un ejemplo oculto de esa ‘hombría’ de la que habla en su ensayo está en la octava titulada ‘Torero’: ‘Por el lugar mejor de tu persona, / donde capullo tórnase la seda... El ‘lugar mejor’ de quien se caracteriza por su valor y su hombría reside, claro, en los genitales, ‘donde capullo tórnase la seda’ (de la taleguilla), jugando con otro sentido de ‘capullo’ e invirtiendo el proceso natural del capullo a la seda”.

El toro empitona al torero por la entrepierna y el cuerno del toro reparte el peso, como una balanza en equilibrio, entre mitad y mitad del cuerpo. Las 'liras' en este caso son las que forman los cuernos del toro. La ‘media luna’, que dijo Góngora a propósito de las astas, inspira al poeta el neologismo de ‘lunarse’.

El torero queda convertido en ‘eje’ con respecto a ‘la rueda de arena’ que es el ‘ruedo’. Lo del ‘desprecio’ de la arena es un típico ‘cliché’ hernandiano. Lo vemos más explícitamente en la “Elegía media del toro”, en el terceto que dice ("Como tambor tu piel batida suena, / y tu pata anterior posterioriza / el desprecio rascado de la arena")

Por último, el ‘oro’ es el traje de luces de color amarillo oro. Y la expresión ‘de punta a punta’, termino tópico para expresar un trecho o trayecto que se recorre por completo, es aquí un término de referencia a las respectivas ‘puntas’ de las astas.

martes, marzo 13, 2012

LAS CUATRO ESTACIONES EN LATÍN

Exiit qui seminat seminare semen suum... (Luc. 8.5)

El tema de las cuatro estaciones ha sido objeto de la inspiración de artistas (poetas, músicos y pintores, en especial) a lo largo de los siglos. En música lo popularizó principalmente el italiano Antonio Vivaldi. En pintura se conocen diversas representaciones correspondientes a cada una de las estaciones, por ejemplo, la famosa Alegoría de la Primavera, de Sandro Boticelli. Y en poesía recordamos ahora, a bote pronto, las respectivas composiciones de Rubén Darío, incluidas en su libro titulado Azul, y agrupadas bajo el título de ‘El año lírico’: 'Primaveral', 'Estival', 'Autumnal' e 'Invernal'.

Entre las personificaciones líricas de cada una de las cuatro estaciones recuerdo ahora la de Ovidio, en Metamorfosis (II, vv. 27-30) En el palacio del Sol se podían contemplar, en persona, además de las Horas, los Dias, los Meses, los Años y los Siglos, cada una de las Estaciones:

Allí estaba la Primavera en la flor de su vida, con su frente coronada de flores; y el Estío, desnudo, portando guirnaldas de espigas; estaba el Otoño, manchado con el mosto de las uvas pisadas; y el Invierno glacial, con sus blancos cabellos hirsutos. *

Recordando estos versos de Ovidio, que me servirían de encabezamiento, compuse hace tiempo cuatro estrofas sáficas en latín, una para cada estación, y fueron publicadas en el número extraordinario de Intramuros, que el I.E.S. “Suárez de Figueroa” editó para conmemorar el XXV aniversario de su creación. Reproduzco hoy aquí aquellos versos latinos, acompañados de su correspondiente traducción:



______________

I.- VER
Liquitur nix iam redeunte vere,
lapsa per montes fluviis canoris,
prata iam rident et ubique campi
flore nitescunt.
II.- AESTAS
Fervet ad solem sonitus cicadum,
aestuant agri nimio calore,
quaeritur frigus per opaca mundi,
quaeritur umbra.
III.- AUTUMNUS
Calcat Autumnus gravidos racemos
cruribus nudis, gradiens per agros
imbre mollitos sator it manuque
semina iactat.
IV.- HIEMS
Bruma iam venit glacialis, acris,
albicant glaebae gelidis pruinis,
stipes in foco crepitat fovetque
frigida membra
.

TRADUCCIÓN

I.- PRIMAVERA
Funde la nieve con la primavera,
baja del monte el cantarín arroyo,
los prados ríen y doquiera el campo
bello florece.
II.- VERANO
Bulle estridente coro de cigarras,
el sol derrama su calor intenso,
sombra buscando, en el rincón oscuro
nos guarecemos,
III.-OTOÑO
Pisa el otoño en el lagar las uvas
con pie descalzo, sobre los barbechos
blandos de lluvia, la semilla esparce
el campesino.
IV.-INVIERNO
Llegó el invierno glacial, cortante,
blanquea el terrón helado con la escarcha,
en el hogar la crepitante leña
templa los miembros.

_______

* Verque novum stabat cinctum florente corona;
stabat nuda Aestas et spicea serta gerebat;
stabat et Autumnus calcatis sordidus uvis,
et glacialis Hiems canos hirsuta capillos. (Ov. Met. II, 27-30)

lunes, marzo 12, 2012

ROGATIVAS Y MANIFESTACIONES

* La procesión del Corpus en Lezo, de E. Salaverría



Las rogativas se distinguían de las manifestaciones en que éstas eran de carácter político, mientras aquéllas eran de carácter religioso. Las segundas quedaron rigurosamente prohibidas durante el franquismo. No así las procesiones, que eran también manifestaciones, bien que de fe religiosa. Una clase especial del género de las procesiones eran las llamadas rogativas. Eran procesiones convocadas con la finalidad especial de impetrar la lluvia en épocas, como la que ahora atravesamos, de sequía persistente (o ‘pertinaz’, según la muletilla que acuñó el Caudillo por antonomasia, quien todavía recibe muestras de adhesión popular, como la que acaba de tener lugar estos días en uno de los llamados pueblos de colonización: Guadiana del Caudillo. De paso, podría convertirse en patria adoptiva del dictador deceso, ya que su patria de nacimiento, El Ferrol, rehusó en su día llevar el sambenito del Caudillo)

Volvamos a las rogativas. Que la fe religiosa atraviesa una crisis, al menos tan grande como la económica, lo confirma el hecho de que, pese a la ‘pertinaz’ sequía que nos aflige actualmente, no se ha hecho mención de organizar unas rogativas ad petendam pluviam, como hubiera ocurrido en tiempos pasados. Ahora, si alguien sugiriera la conveniencia de hacer unas rogativas, pudiera ser que incluso el cura, escéptico, (según un chiste que circula por ahí) tratara de disuadir a quienes hicieran la propuesta:
– Como queráis; pero el tiempo no está para llover.

Había un ‘folklore’ de las rogativas. También lo llamé, en cierta ocasión, “el folklore de la sequía”. Creo que conservo por ahí un recorte de periódico en el que me ocupaba del tema. Consistía esta costumbre popular en sacar en procesión la imagen de algún Cristo con acreditada fama de milagrero: así el del Rosario, en Zafra; o el Señó de los Reyes, en mi pueblo. Los cantos de las procesiones-rogativas aludían explícitamente a la necesidad que urgía a convocar la manifestación religiosa: la lluvia, en este caso. Si, por acaso, algún corifeo (por no decir ‘corifea’, que queda peor) insinuaba alguna otra canción de penitencia, o arrepentimiento (por ejemplo, “Perdona a tu pueblo, Señor”) había algún labrador interesado que exigía: ¡Qué “Perdona a tu pueblo”! : ¡Agua te pedimos!
Las letras de esas canciones de rogativas eran, a veces, todo un ‘poema’. En ellas se trataba de mover la voluntad de la divinidad, conmoviéndola, o inspirándole lástima: ¡Qué será de nuestros padres / cuando le pidamos pan / y afligidos nos contesten: / no vo lo podemos dar! Se daba a entender también que la concesión del favor de la lluvia llevaría aparejado el agradecimiento, pero no en caso contrario: Las nubes se nos presentan / y con ansia las miramos, / si se convierten en lluvia / a Dios las gracias le damos. No faltaba el toque de adulación en la súplica, insinuando el “no nos puedes defraudar”: Este Señó de los Reyes / es tan grande su poder / que siempre que lo sacamos / ha tenido que llover. Y todo ello con el estribillo reiterativo, como todo estribillo: Agua te pedimos, / Señó de los Reyes, / agua te pedimos, / dadla si conviene.(Es así que convenía, luego...)
Se pasaba, en el tratamiento, del ‘Tu’ al ‘Vos’ (como en el caso anterior, dadla). Se suponía que había, por parte de Dios, intencionalidad en mostrar su disgusto con la conducta de sus fieles vasallos: Es una prueba evidente / de lo ofendido que estáis, / que nos presentáis las nubes / y el agua la retiráis. No se podía entender de otro modo la indirecta y le hacíamos saber al Señor que tomábamos nota de la misma.

¡Ay, qué tiempos aquellos de ingenua fe! No tienen pinta de volver, nunca jamás.

domingo, marzo 11, 2012

LA SINGULARIDAD DEL BISIESTO

*Dibujo de Apeles Mestres, para la Dama de las Camelias, de A. Dumas

El deceso de la señora Dª Carmen Ortueta de Salas, el 24 del pasado febrero, coincidió con unas fechas especialmente significativas del calendario de los romanos. A ellos se debe la ordenación del mismo en la forma que actualmente se conoce y que se estableció con la reforma conocida como el calendario juliano, en honor de Julio César. Antes de esta reforma el año se había dividido en diez meses, lo que obligaba a realizar ajustes cada dos años, con la añadidura de un mes que llamaban ‘mensis intercalaris’, para contrarrestar el retraso con respecto al año solar. De esta primera ordenación subsisten todavía los nombres de ciertos meses, que correspondían a los ordinales séptimo, octavo, noveno y décimo (septiembre, octubre, noviembre y diciembre) Los nombres del quinto y sexto mes (Quintilis y Sextilis, respectivamente, serían sustituidos por los de Julio y Agosto, en honor, respectivamente, de los emperadores Julio César y Octavio Augusto. El año comenzaba con Marzo (en honor de Marte)
Con la reforma Juliana se añadieron Enero y Febrero. Enero (Ianuarius, por Jano, el dios de las dos caras; y Febrero, por las fiestas de las purificaciones, Februa, que tenían lugar en este mes) Era, y continúa siendo, el mes más corto del año, con cuatro semanas, exactamente; excepto en los años llamados ‘bisiestos’ (cada cuatro años) en que se contaba un día más: 29 días exactamente.
En el cómputo del calendario romano, este día de más se consideraba como un día ‘repetido’. Y así como el día 24 de febrero correspondía al VI día antes de las Kalendas de marzo, el 25 se consideraba también como un VI repetido, de ahí lo de ‘bisiesto’ (bis-sextus) Las fechas subsiguientes, es decir, 26, 27, 28 y 29 correspondían, respectivamente, a los días V, IV, III, y víspera (pridie) de las Kalendas de marzo. Las fechas se databan con relación a las correspondientes fechas de referencia que eran, además de las Kalendas (el 1 de cada mes), las Nonas (el 5, en los meses de marzo, mayo, julio y octubre; o el 7, en los meses restantes) tal como explicábamos en la entrada correspondiente al calendario romano.
Y ahora intentaré explicar lo que he llamado aquí “la singularidad del bisiesto”, porque voy a tratar de aclarar el sentido paradójico de esta expresión. Lo singular es, en su acepción gramatical, lo uno. Pero, en otro sentido, también puede referirse a lo extraordinario, lo que está fuera de lo común, lo que incluso roza lo portentoso. Y me viene a la memoria la historia del bíblico Josué, al que Yahvé otorgó la prolongación del día, a fin de que tuviera el tiempo suficiente para terminar la tarea que se le había encomendado. Y Josué detuvo el sol, según nos refiere la Biblia (Jos. 10. 12-14) Esta singularidad tuvo su réplica en tierras extremeñas con otro líder llamado Pelay Pérez Correa. Como el caudillo bíblico, también PPC (son las iniciales del nombre del héroe cristiano, no las siglas de un partido político) logró el prodigio de prolongar el día, según cuenta la leyenda:

¡Señor, ten tu día! (Es decir, páralo, detén el curso del sol) Y esa expresión dio origen al topónimo con el que se conoce la sierra: Tentudía.

En el caso de Dª Carmen Ortueta parece haberse realizado el viejo milagro de la prolongación del día, a fin de que se pudiera llevar a cabo su tránsito a la eternidad de manera cumplida, sin apremios: falleció en Madrid el viernes, día 24 (según la nota publicada en el HOY el día 26 de febrero, domingo). Se gestionó su traslado a Trujillo el 25, sábado; y, por último, el sepelio tuvo lugar el día 26. Ahora bien, las dos fechas primeras corresponden a una sola fecha en el calendario romano: el día VI de las Kalendas de marzo. El 24 y el 25 son, en este caso, el mismo día VI, sólo que repetido: el sexto y el sexto bis, o bis-sexto. De donde ‘bisiesto’.

El destino, el fatum, reservó esas fechas en el calendario, de manera que óbito y sepelio tuvieran lugar en días consecutivos, como es lo preceptivo. No media diferencia de un día entre el 24 y el 25 de un año bisiesto: es como un día de 48 horas. Y Dª Carmen bien merecía este privilegio, pues era como una patricia romana. Los hados habían tenido con ella esa deferencia: el milagro de Josué y de Pelay Pérez Correa se repetía, en cierto modo, en el caso de Dª Carmen Ortueta de Salas.

Doña Carmen se despidió del mundo de esta manera elegante, distinguida, como corresponde a una dama de su rango. Tres fechas destacadas señalan ese tránsito: el VI, el VI bis y el V de las Kalendas de marzo.

Que me digan a mí si esto no es una auténtica deferencia de los hados con esta dama, con esta patricia, trujillana de adopción, como fue la Excelentísima Señora Doña Carmen Ortueta de Salas, académica de número de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura.

martes, marzo 06, 2012

LA HUELLA VITAL DE FEDERICO EN DOÑA CARMEN ORTUETA DE SALAS


La reciente desaparición de la Excelentísima Señora Doña Carmen Ortueta de Salas me trae a la memoria el recuerdo de la única vez que tuve el honor de compartir mesa y mantel con ella. Fue en el curso de las III Jornadas del Humanismo Extremeño , que organizó la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, en Fregenal de la Sierra, con motivo de la conmemoración del IV centenario de la muerte de Benito Arias Montano. En la comida para los congresistas, celebrada en un conocido hotel de la localidad citada, ocupábamos una mesita mis dos hijas mayores, como acompañantes mías, y yo mismo. Quedaba un sitio libre en la mesa y Doña Carmen nos pidió, muy cortésmente, permiso para ocuparlo. Por supuesto, le dije que nos sentíamos muy honrados con su compañía y les presenté a mis hijas a la señora para ellas desconocida: ella es Doña Carmen Ortueta de Salas, de la Real Academia de Extremadura, su marido fue director del Museo del Prado, etc. etc. Los temas de los que se habló en la conversación no los recuerdo ahora con exactitud. Seguramente se interesó por los estudios de mis hijas, ya por esas fechas con sus licenciaturas terminadas. En seguida la conversación derivó hacia temas mucho más importantes para nosotros, pues resultaba obvio que la experiencia vital de Doña Carmen era incomparablemente más rica que la de nosotros, sus oyentes. El asunto que suscitó nuestro mayor interés fue, sin duda, el relacionado con el poeta García Lorca. Siendo veinteañera, Doña Carmen había tenido ocasión de conocer a Federico y sentir de cerca el aura vital que irradiaba, según el testimonio de quienes lo trataron y conocieron. Doña Carmen recordaba a Federico dirigiendo a los actores de La Barraca, enseñándoles cómo debían interpretar, cómo recitar tales o cuales pasajes de la obra que iban a representar. Él iba delante detallando los matices del texto de la obra, los ademanes y gestos que acompañaban a cada expresión, metiéndose, en fin, en la piel del intérprete ideal y dando vida al personaje. Doña Carmen conservaba el recuerdo del poeta en acción, desempeñando de manera eficaz la tarea que las Misiones Pedagógicas le habían asignado: la difusión popular del teatro clásico.
Oyendo el relato de Doña Carmen, participábamos de aquella maravillosa experiencia suya que fue la de contemplar al poeta en funciones de director escénico, de haber sido testigo presencial de aquella prodigiosa vitalidad que irradiaba su persona, según el testimonio de quienes lo trataron y conocieron. Recordaba yo, especialmente, las palabras de Jorge Guillén en el prólogo que escribió para la edición de las Obras Completas de Federico. Palabras que venían a confirmar la experiencia de Doña Carmen. Escribía Guillén en ese prólogo:


Junto al poeta –y no sólo en su poesía – se respiraba un aura que él iluminaba con su propia luz. Entonces no hacía frío de invierno ni calor de verano: hacía... Federico.
(...) ¡La simpatía de Federico García Lorca! Era su poder central, su medio de comunicación con el prójimo y de complicidad con las cosas, su genio: el genio de un imán que todo lo atrajese.



Un rescoldo vivo de esa simpatía, todavía perduraba, a través de los años, en las palabras de Doña Carmen Ortueta. Y llegaba a nosotros como por arte de magia, como un tesoro intacto de su experiencia vital.

sábado, marzo 03, 2012

ANTONIO MACHADO EN LATÍN

Hace unos días insertabamos en este blog unos versos primerizos de Miguel Hernández, trasladándolos a hexámetros latinos. Hoy quiero hacer algo parecido con unos versos de Antonio Machado, pero esta vez sin atenerme a las reglas de la cantidad del verso latino. Puede que algunos de estos versos coincidan por casualidad con algunos de los versos de la versificación yambotrocaica, no me he parado a comprobarlo. Desde luego, no corresponden a versos de la métrica dactílica. Digamos, por tanto, que se trata de versos libres. Predominan los heptasílabos y los endecasílabos. Como en el poema original. El título del poema es "Campo", corresponde al libro Soledades, galerías y otros poemas, y hace el número LXXX en ese libro. Dice:


La tarde está muriendo

como un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,

quedan algunas brasas.

Y ese árbol roto en el camino blanco

hace llorar de lástima.

Dos ramas en el tronco herido y una

hoja marchita y negra en cada rama.


¿Lloras?... Entre los álamos de oro,

lejos, la sombra del amor te aguarda.

Ésta es mi versión latina del poema:


Vesper serus emoritur
sicut humilis focus
exstincturus iamiamque.
In montibus longinquis
paucae prunae remanent.

Et arbor ista trunca iuxta viam
nostras excitat lacrymas.
Duo rami in trunco laeso
et unoquoque in ramo
singula folia nigra et marcida.
Plorasne? Longe,
populos inter aureas,
vetus amoris umbra

te manet semper amans.