He recordado, de madrugada, los versos de Virgilio que evocan el canto del ruiseñor. Son de una ternura inmarchitable. Hace muchos años que los aprendí de memoria, allá por los años 50 del siglo pasado, cuando el benemérito Don José Rodríguez Cruz (†), administrador y profesor del Seminario, nos motivó a los de mi clase mediante un incentivo (dispensarnos del examen de fin de curso) si traducíamos Las Geórgicas. Nos repartimos la tarea entre cuatro compañeros de promoción: Antonio Zambrano García (†), Sebastián Rubio Llerena (†), Miguel García Gómez, y quien esto firma.
¿Me tocaron a mí los inmortales versos? Tal vez. El caso es que desde tan lejanas fechas recuerdo esos versos conmovedores. El lector me dispensará que los deje en su lengua original, para seguidamente traducirlos, como mejor sepa, al castellano:
Qualis populea maerens philomela sub umbra
amissos queritur fetus quos durus arator
observans nido implumes detraxit, at illa
flet noctem ramoque sedens miserabile carmen
integrat et maestis late loca questibus implet.
(Georg., IV, 511-5)
(Como el ruiseñor en la umbría de la alameda, apesadumbrado, llora por sus perdidos polluelos, a los que el inclemente labrador, viéndolos en el nido, implumes todavía, los arrebató, y él llora toda la noche y posado en la rama emite su lastimero canto y va con tristes quejas poblando los contornos).
Hermosos versos inmortales. Espero que sirvan al lector de compensación por los antipoéticos versos de mi anterior entrada.
¿Me tocaron a mí los inmortales versos? Tal vez. El caso es que desde tan lejanas fechas recuerdo esos versos conmovedores. El lector me dispensará que los deje en su lengua original, para seguidamente traducirlos, como mejor sepa, al castellano:
Qualis populea maerens philomela sub umbra
amissos queritur fetus quos durus arator
observans nido implumes detraxit, at illa
flet noctem ramoque sedens miserabile carmen
integrat et maestis late loca questibus implet.
(Georg., IV, 511-5)
(Como el ruiseñor en la umbría de la alameda, apesadumbrado, llora por sus perdidos polluelos, a los que el inclemente labrador, viéndolos en el nido, implumes todavía, los arrebató, y él llora toda la noche y posado en la rama emite su lastimero canto y va con tristes quejas poblando los contornos).
Hermosos versos inmortales. Espero que sirvan al lector de compensación por los antipoéticos versos de mi anterior entrada.